40 aniversario del pub Lord Byron, El Pub

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Estamos en 2020, y en 1980 surgió el primer pub en Palma del Río, el Pub Lord Byron. En este año se cumple, por tanto, el cuarenta aniversario de su fundación (que fue concretamente el 14 de febrero de 1980). Estaba situado en la calle Ancha, en el bajo comercial de los pisos de la familia Morales. Se anunció como «English pub», un bar estilo inglés, en cuya decoración se recreaba una taberna típica del Reino Unido. Lo abrieron la familia Morales (los hermanos Jesús, Manolo, Mariano, Óscar y Cesar) aunque Jesús era quien se hizo cargo del establecimiento. Luego abrirían la Pizzería Michelangelo (Mariano), el Disco-Pub Lord Byron y la taberna (o bodeguita) Lord Byron (ambos Jesús), en la planta baja del Edificio Santiago, el que se hicieron en el barrio de Goya. Era un lugar de encuentro, una especie de club de amigos, donde hallar, además de diversión, complicidad, confianza y afecto entre los clientes y respecto de los que allí trabajaban. Una especie de Cheer`s (el de la serie de televisión) de Palma.

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La familia morales en la Bodeguita o taberna Lord Byron (foto del Facebook familiar)

Debido a su éxito, posteriormente en Palma se abrieron muchos pubs: el Gardiner, el Decuma (luego, el pub Chico), el TXSKO, el Alamillos Street, el Tiziano, el Blandi (primero Azahara, el del “porcelanosa”), el Waikiki, el Túnel (después +kná), Venus, el Pelotazo (antes Rusticana), el Zulú (luego el del Mochu, el 127), el Cubo´s (más como disco-pub, luego Coco-bongo), el Patio, el Saratoga, cada uno con su estilo y personalidad… pero el Lord Byron no era un pub más, era “el pub” por antonomasia. Dio la campanada, y mantuvo su afluencia hasta su cierre, pasando a manos de otros gerentes, con otros nombres, tras el retiro de Jesús.

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Jesús, en carnaval, con dos clientes disfrazados

El Lord Byron lo dirigía Jesús Morales, con su oronda y feliz corpulencia de maestro cervecero. Una anatomía resaltada de mofletes colorados, y amplia sonrisa, no escondida en su perenne barba. Todo simpatía y ganas de hacer amigos. Era como un Papá Noel tabernero, a la vez bonachón y picaruelo, que se podría pasear por Munich sirviendo cerveza para la concurrencia. Un Baco de pintura barroca. O escanciador de la hidromiel a los dioses del Walhala, mientras walkirias danzan y ríen el son de sus contagiosas carcajadas. Un personaje, sin duda.

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Cenicero del décimo aniversario

Abrió en 1980, cuando acabábamos en el instituto y estuvimos en la inauguración, ya que uno de la pandilla, Manolo Pérez, es familia, primo. Costaba un cerveza un pastón (para nosotros, claro), pero empezaron siendo de tercio, no quintos, ni cañas (más tarde pondrían el grifo y el barril). Pensamos la primera vez que no volveríamos, pues estábamos acostumbrados a los precios del bar el Gallo o el Guerra, por ejemplo, precios para obreros y estudiantes, sin lujos, ni música, ni ambientes foráneos. Te ponían al principio un cuenco con maíz tostado y otros frutos secos (el “pienso”), un atractivo más. Progresivamente fue ampliando el “menú de comidas”: sandwiches, hamburguesas, perritos calientes… en su última etapa pusieron de moda las tostas, cuando instalaron cocina en el rincón derecho de la barra (donde estuvo la diana de dardos).

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Manolo Morales, el «Tomizo» y una clienta

Al local se entraba por una puerta de madera, que asemejaba a una inglesa, con un letrero con la silueta del escritor británico colgado sobre ella, al estilo de los bares de aquellas tierras. Una jardinera con una hiedra y un ventana completaban la fachada. Por esa puerta se accedía al local, en una zona amplia con la pared del hueco de la escalera del edificio al fondo. A la izquierda estaba la barra, sobre una zona más elevada, con unas barandas de madera para proteger a los clientes del escalón. La zona central de la barra estaba retranqueada, para dejar el mismo ancho de pasillo sorteando el hueco de la escalera. Al penetrar nos encontrábamos con otro espacio cuadrangular a la derecha para mesas y bancos, como en el de la entrada, además de los servicios. Al fondo una puerta de emergencia y una ventana, cerca de la barra, donde hubo un juego de dardos y la televisión, más tarde. La decoración se componía, al principio, de láminas, tipo cacería del zorro, caballos y otras estampas decimonónicas inglesas, para completarse, tiempo después, con otros objetos. Un zócalo de madera recorría el local, y la barra tuvo más tarde, además de los estantes para los productos en la pared de atrás, otro armazón encima de la barra.

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Jesús con otro cliente, e ilustre «tabernero» ya fallecido, Manolo Blasco

Un atractivo que tenía y que nos encantaba, es que se podía escuchar la música del momento, por supuesto en Lps de vinilo: Miguel Ríos, Orquesta Mondragón, Radio Futura… Incluso grabamos más de un disco para poder reproducirlo en nuestros cassettes. Jesús siempre tenía actualizada su discoteca, y con nuestra edad, aquello nos hizo frecuentar sus instalaciones, con el éxito de la movida.

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Jesús con Rafa Limones, y «Altomira» el de los azulejos

Nos acostumbramos a ir todos los días y pasábamos muchas horas allí, aunque consumiésemos menos de lo que quisiese el dueño. Los sábados empezábamos la “jornada de fin de semana” allí y luego nos íbamos de discoteca (Tato´s, Omaira-Marathón, El candil…), para volver al pub a “echar la penúltima” antes de irnos para casa. Los fines de semana también nos citábamos al medio día, a echar la cervecita con los amigos. Durante los años que estuvo abierto, muchas amistades se fraguaron allí, también numerosas parejas se formaron (o rompieron) en el pub. En la barra se podía charlar, pues la música no era estridente y de alto volumen. Hasta los camareros se convirtieron en nuestros amigos. Varios pasaron a prestar sus servicios: Flores, Carmelo (tristemente ya fallecido), Antonio, un pariente de los Morales, el Viri (Rafael Cumplido), Tomizo … y otros cuyos nombres ya no recuerdo.

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Uno de los camareros, Flores

Otro atractivo que tenía eran los juegos, con los que amenizar las estancias: la máquinas recreativas, el billar americano, la diana de dardos, los juegos de mesa (dados, tres en raya…). Una excusa más para pasar largos ratos en compañía de amigas y amigos.

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Otro de los camareros, Rafa Cumplido, el «Viri» (foto de su Facebook)

En los años que frecuenté ocurrieron muchas anécdotas, como no podía ser menos. Los primeros cubalibres, las primeras borracheras, los ligoteos. En las tardes de domingo Jesús bajaba el proyector de Super 8 y nos ponía películas. Por las noches cambiaba la temática hacia el cine de adultos (“aquí hay tema” decía Jesús riendo mientras hacía con su brazo un gesto que indicaba el tamaño del miembro del protagonista). Más tarde, con la adquisición de nuevas tecnologías, llegó el vídeo, continuando con las proyecciones, y además las grabaciones, como aquella, que repetimos una y otra vez, del concierto que dio Miguel Ríos en las Ramblas de Barcelona, cuando el campeonato mundial de fútbol de España de 1982, con el disco Rock & Ríos.

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Jesús asomado a la ventana de la C/ Ancha, con unos clientes

A Jesús le gustaba sorprendernos. De vez en cuando aparecía con alguna botella singular, como las que contenían bebidas exóticas (con lagartos y cosas así). También recuerdo el ron de Rute, Virtuoso, que se podía beber sin mezclar con nada. Muchos recuerdos, seguro, que asomarán a las mentes de quienes pasaron por allí y lean estas humildes palabras, con motivo de las cuatro décadas transcurridas desde que apareció el Lord Byron en nuestras vidas.

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Jesús en la fachada original

Como dije al principio, en Palma hubo una época donde se prodigaron muchos pubs, pero el Lord Byron fue, sigue siendo y será siempre (con artículo determinado y mayúsculas)… El Pub. Algo que, sin duda, merece la pena recordar.

Rafalillo Nieto, sus bares y el ambigú

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Retomamos los paseos por nuestros recuerdos de otros tiempos relacionados con la diversión, el ocio y las relaciones sociales, o sea, con los bares de Palma del Río. Y no podía faltar uno de los profesionales de la hostelería que conocí en mi infancia: Rafael Nieto Rodríguez, al que mi padre llamaba Rafalillo Nieto. Rafael vivía con su mujer, Carmen Cumplido, en la calle Feria, en la planta alta de un edificio donde se situaba, en su planta baja, el comercio de textiles El barato, la zapatería de Pepe Nieto y la accesoria que, al abrir sus puertas, nos sumergía en un mundo de ilusiones, por los juguetes que se vendían allí, además de las revistas y tebeos, y las chucherías, y que regentaba Pineda.

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En el centro Rafael y Carmen, junto a Virginia y camareros empleados

Pepe Nieto era uno de los hijos de Rafael y Carmen, padre de nuestro amigo Rafa Nieto, que demasiado pronto abandonó una vida con un futuro espléndido de historiador por delante, por una repentina enfermedad. También Rafael y Carmen tuvieron otros hijos, como Curro, que fue director de la oficina local de CajaSur, el canónigo archivero de la Catedral de Córdoba e hijo predilecto de Palma del Río, Manuel (y también compañero de estudios de mi hermano Pepe en el Colegio de la Inmaculada, el colegio de las Monjas), y Trini, la madre de mi amigo Federico, el catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Córdoba, que ostenta la medalla de la ciudad desde 2018.

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Trini Nieto Cumplido

Trini estaba casada con Vicente Navarro, «maestro de la villa» del Ayuntamiento palmeño. Tuvieron cuatro hijos, Carmen (que viven en Cádiz y está casada con Javier, con quien conviví algún tiempo cuando era estudiante en Córdoba, y tenía las fotos que hoy publico en esta entrada, y me pasó Federico), Vicente («Ferre», que tuvo un comercio de aparatos eléctricos en la accesoria cuando cerró Pineda y otra familia que mantuvo el puesto), Rafael («Rafalito», que se fue a Sevilla y tuvo un hijo futbolista en el Betis, Rafael Navarro Mazuecos, ahora en el Deportivo Alavés) y Federico. Por desgracia, Trini murió a temprana edad y de Federico se hicieron cargo sus abuelos maternos. La recuerdo como una mujer simpática y cariñosa. Y creo que la última vez que la vi fue cuando asistió a la consulta de mi hermano mayor, en la casa de la calle José de Mora. Una pena.

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Federico el día de Andalucía de 2018, medalla de la ciudad

Siempre he tenido relación con esta familia, pues vivíamos cerca, y estuve en la escuela de Antonio García Chaves con Federico y sus hermanos varones. A Carmen, la mujer de Rafael, la recuerdo como el típico ejemplo de «la abuela». Siempre era amable con nosotros y nos trataba como de la familia, cuando íbamos a su casa. A Rafalillo (perdonadme la licencia) lo recuerdo con su sempiterno cigarrillo, asomado a la puerta de su casa, y, como no, tras la barra del Cine San Miguel.

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Publicidad de la revista Guadalgenil

Rafael tuvo un bar, el bar Mezquita, en la calle Portá (la calle Queipo de Llano, entonces) y un aguaúcho o quiosco en el Paseo, donde alguna vez nos llevó mi padre a tomar algún aperitivo, pues era asiduo del establecimiento. Recuerdo escuchar las interpretaciones musicales de la Banda municipal de música, que dirigía el maestro Ángel Martínez de Chomón, desde la terraza, algo que se perdió, desgraciadamente, hace mucho tiempo. Otro establecimiento que contribuía a que los veranos y, como no, las ferias de Palma tuviesen su complemento hostelero conveniente.

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Rafalillo, con unos clientes

Pero, como he recordado antes, también tuvo a su cargo el ambigú, del cine San Miguel, la barra donde vendían las chucherías típicas, y muchos espectadores esperaban el inicio de la sesión de cine tomando un refrigerio, o en los descansos entre sesión y sesión, o si la película era de muy largo metraje, como «Los diez mandamientos» o «Lo que el viento se llevó», lo que obligaba a hacer un intermedio, que aprovechaban muchos para tomar algo.

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Sala de proyección del cine San Miguel, con el hall al fondo, poco antes de ser demolido el edificio. (Foto de Carmelo Expósito)

El ambigú estaba situado a la derecha del hall o vestíbulo del cine, previo a la sala de proyección, en una plataforma a la que se accedía por unos escalones, junto a la escalera del «gallinero» y de unas terrazas que comunicaban con el cinema Jardín, el cine de verano contiguo al cine de invierno.

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Elena con la familia Doblas

El cine San Miguel, ubicado en la calle Alamillos, otra añorada instalación palmeña, desapareció hace tiempo, para dejar paso a un grupo de casas, tras llevar varios años cerrado, y que solo se abrió en varias ocasiones para el concurso de murgas de los Carnavales. Sus dependencias también sirvieron para servir numerosos banquetes de bodas. Mi hermano Pepe, cuando se casó con Elena, siendo yo niño, también celebró su banquete de bodas en este Cine. En las fotos que publico se ve a unos familiares de Málaga, los Doblas, en esas terrazas a las que me refería anteriormente.

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Pepe con los Doblas

No recuerdo cuándo se jubiló Rafael Nieto, supongo que cuando cerró el cine. Lo que sí recuerdo es que falleció antes que Carmen, y esta, para no quedar sola en su casa, se fue a Córdoba con su hijo Manolo, el sacerdote, falleciendo ya muy mayor. Su funeral fue todo un acontecimiento en Palma.

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Rafael, a la izquierda, de nuevo con la clientela del bar

Una vez más recordamos esos lugares donde nuestros paisanos echaban sus buenos ratos de ocio, y a un gran profesional que los atendió, que, aunque nos quede lejos su recuerdo, también merece su sitio en esta historia entrañable de los palmeños que nos alegraron la vida con su esfuerzo.

La Feria de Palma del Río y sus actividades típicas de otros tiempos

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El mes de mayo pasado reproduje en este blog un artículo que publiqué en la revista de la Feria de Mayo donde defendía la existencia y pervivencia de la Feria de Agosto de Palma del Río, a pesar de los cambios que ha experimentado en los últimos tiempos. Afirmaba que la feria, como festividad y actividad económica, es como un organismo vivo, que «pasa por diversas etapas, donde se nos muestra de formas diferentes». Ahora que comienza la feria de agosto de este año podemos recordar algunos aspectos que formaron parte de esta fiesta de otros tiempos.

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La Feria de Agosto tiene sus raíces en el siglo XV, y más concretamente en 1451, año en que Juan II concedió a Martín Fernández Portocarrero una feria libre y perpetua que durase quince días desde la Asunción de la Virgen, privilegio que sería ratificado más tarde por los Reyes Católicos. Esta feria, como mercado, tenía dos vertientes: mercado de ganados, y mercado de productos del campo, artesanales y otras mercaderías. En un principio se vino desarrollando en la calle que surgió en el arrabal próximo a la entrada Este (Arco del Sol) del Recinto Amurallado, llamada posteriormente, por ello, Calle Feria, en locales y soportales, muchos de ellos de propiedad eclesiástica, y con la feria del ganado en dirección a la antigua Puerta de Marchena, donde desemboca la conocida Calle Portada, en el llano de San Francisco, por su cercanía con el convento franciscano. Esa posibilidad de vender y adquirir productos que normalmente no eran asequibles, debido al fuerte intervencionismo de los poderes públicos, hizo que además de la actividad comercial fuese acompañada de actividades lúdicas y festivas, musicales y gastronómicas, que son las que hoy día caracterizan a las ferias.

La foto del principio de la entrada muestra esa feria de ganado, concretamente en el año de 1962, foto publicada en la revista Guadalgenil en septiembre de ese año. En ella vemos las bestias y los tratantes y compradores de ganado en plenas negociaciones o tratos, con los pisos de San Francisco como escenario. Dos de los protagonistas se dan la mano, dando formalidad a la compra y la venta recién conseguida a satisfacción. La profesión de tratante de ganado exigía conocimientos de esas especiales mercancías (el ganado, por ser seres vivos), temple en el carácter, capacidad de persuasión y otras habilidades comerciales. Una profesión ambulante en declive hoy día, por el retroceso de estos mercados, como pasó en Palma en el siglo pasado (donde dejó de celebrarse la feria de ganado) y por la escasez de los animales ofrecidos en ellos.

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En esta otra foto vemos los puestos de feria que se colocaban en la Calle Portada, puestos que llegaban desde el Paseo hasta la Plaza de España actual, junto a la Plaza de Abastos o la Farmacia de Chacón, engalanándose la calle con banderines, como vemos en la foto de Juan Muñoz Figueroa, donde este monta en bicicleta, junto a su padre. Paulatinamente este espacio de la calle Portada fue retrocediendo como sede ferial, siendo ocupado en los años 70 y 80 con los puestos de turrón, que más tarde han ido concentrándose en el Paseo y alrededores.

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Y cerramos este apresurado repaso a actividades de antiguas ferias con los toros, espectáculo que se ha intentado revitalizar durante estas fiestas en los últimos años, y que este solo ha tenido presencia en mayo. Para ello reproduzco una inserción publicitaria de la revista Guadalgenil, de agosto de 1961, con el anuncio de varias novilladas de feria, contando con la presencia, entre otros, de diestros locales como son «El Barquillero» y «El Hortelano», Manuel García «Palmeño» y el famoso ya Manuel Benítez «El Cordobés», que un año antes ya había toreado en nuestra ciudad, cosechando un rotundo éxito, como dimos testimonio en una entrada pasada, cuando toreó por primera vez aquí.

Como vemos, las ferias han ido evolucionando en su contenido durante los siglos de su existencia, incluso si nos fijamos solo en los decenios más recientes, quedando hoy día en acontecimientos festivos, con más o menos atractivos (algunos de los cuales varían según el público que los acoge o demanda), pero dignas, no obstante, de respeto y protección por su valor histórico y cultural evidentes. ¡Disfrutemos de nuestra feria!

La tortería de Esteve y su entorno, un lugar con historia y con historias

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Hace unos días, en un conversación sobre «antigüedades», Juan Delgado («Iríbar», conocido con este apodo por sus tiempos de profesional de portero de fútbol en su juventud) mencionó un edificio y un entorno que ya conocemos por diversas entradas de nuestro blog Celtibético. Por su mujer, Mª del Rosario («Sario») Esteve, recordó la tortería Esteve que había en la hoy llamada Plaza de España, entonces Plaza del General Sanjurjo y que conoció gracias a ser familiares de la esposa. La tortería estaba situada junto a la casa de una maestra, conocida como Doña Lola, en la entrada de la travesía de la calle Alamillos.

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Casino y Acción Popular en febrero de 1936, tras el asalto

Eso me hizo recordar unas palabras (y una fotografía, la del inicio de la entrada) que me envió José Luis de las Heras, el hijo del ingeniero José de las Heras Hernández del que publiqué hace unos meses algunas de las fotos que me facilitó. Este hombre se trasladó a finales de 1959 con su familia a Palma del Río, para la ampliación del canal del Bajo Guadalquivir, y residió en una vivienda de alquiler en esta zona. Estas son sus palabras:

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Antigua Fuente en la actual Plaza de España

«Doña Lola, propietaria de la casa, era una viuda, creo que maestra, ya retirada, muy conocida y apreciada en Palma. Tenía una hija, Lolita, que unos años más tarde casó con Alfonso Calañas, original de Priego de Córdoba.

La casa, situada en un rincón de la Plaza de España, al lado de la farmacia Chacón, era típica, con patio central con su pozo y una parte trasera con cuadras, cochera y graneros, con salida a la calle Alamillos. Ocupaban una de las dos partes en que habían dividido la casa, reservándose la planta alta y una sala en la planta baja con acceso directo desde el zaguán y una ventana que daba a la Plaza de España, ante la cual pasaba, sentada, la mayor parte del tiempo, con la mesa camilla por delante. Por esa ventana entraban los efluvios de la tortería que quedaba a la derecha del portal, al salir.»

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Casino y sede de Acción Popular en febrero de 1936

El edificio donde estaba la tortería formaba parte de otro mayor. Donde tenían el horno era una dependencia con nichos u hornacinas y pinturas que recordaban por su forma a una capilla, posiblemente de una casa de alguien acaudalado, cuyo nombre no recordaba Juan. También recordaba que daba a la calle Alamillos, a unas cocheras y corralones que lindaban con la casa de la familia Expóstio, que hace años tuvo un quiosco de prensa, donde más de una vez compré el periódico de joven. Esa otra edificación (la de los corralones) fue demolida hace tiempo y sustituida por un edificio de dos plantas, con una amplia cochera en la planta baja. Algo que coincide con la descripción que nos da José Luis de las Heras.

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Por la comparación de la fotografía que menciono, con otras anteriores del lugar, la ubicación de la tortería (que años más tarde sería sede de la Peña El Palmeño) estaría en las dependencias donde estuvo el antiguo Casino, sede de Acción Popular en la Segunda República, local que fue asaltado, tras el enfrentamiento entre jóvenes de izquierdas y derechas en febrero de 1936. Seguramente este edificio formó parte de las propiedades de la familia de Juan Calvo de León, que daban a la calle Alamillos. Los Calvo de León fueron una familia con numerosas propiedades e influyente, contando con alcaldes en Palma del Río y otros cargos importantes en las Cortes españolas. Varias calles ostentaron históricamente los apellidos Calvo de León, como la calle Feria (Rafael Calvo de León, a principios del siglo XX) o la calle Portada (calle Calvo de León hasta la Segunda República). Juan Calvo de León y Benjumea, diputado a Cortes, consiguió que en 1888 la Regente Maria Cristina otorgase el título de ciudad a Palma del Río. ¿Fueron las propiedades de Doña Lola y la tortería de Esteve parte de una misma finca de los Calvo de León? No lo sabemos, pero pudo ser, en base a estas descripciones.

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La plaza de abastos en 1943

La casa de Doña Lola (que era donde vivía, pues  los reales propietarios eran Miguel Caro y su esposa la maestra Teresa Sánchez, que tenían también la finca El Garrotal y un molino, y que habían acogida a Doña Lola y su familia, tras dejar su vivienda en la calle Castelar 6, la que tenía un escudo en su fachada, junto al antiguo comercio de Delgado) fue comprada por Paco Castillo, donde situó los billares, el salón recreativo que ha tenido durante años. La casa contigua la adquirió el cosario Gamero y la siguiente Paco Castillo, para su vivienda. La casa y mercería de las hermanas Ruiz Valle (en la esquina con calle Escamillas) también fue sustituida hace no muchos años por otra edificación de nueva planta. De esa acera ya no queda nada de los edificios antiguos. Y en la plaza permanecen la casa donde estuvo la tienda de Juanito Rodríguez, la Plaza de Abastos y el antiguo bar Rafael, un inmueble que antes albergó una sombrerería de un tal Delgado. Un entorno cargado de historia e «historias».

La Palma de los sesenta y setenta: El Bar Charneca

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En este recorrido por la geografía evocadora palmeña que venimos realizando, hoy nos vamos a detener en otro punto importante que, tal vez no pase a la historia de nuestra ciudad, como sus numerosos monumentos, pero sin duda debe tener un lugar destacado entre los enclaves con renombre y sabor popular, el Bar Charneca. Para ello me serviré de varias fotografías cedidas por su familia, y alguna más.

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Manuel Ruiz Peso, “Charneca”, era hijo Manuel Ruiz y Belén Peso, posiblemente prima de mi abuelo Sebastián. Este matrimonio, entre otras actividades, surtía de agua potable a la población por los años 40 y 50, gracias al pozo que había en su casa en la Calle Nueva (entonces Écija), frente a la Calle Sánchez. Mi hermano mayor, Pepe, bebió alguna vez de ese pozo al ser amigo de uno de sus nietos. La abuela de Anamari, Concepción, era hermana de Charneca, con lo que mi relación con él se puede atisbar por varios frentes. En el libro de Dominique Lapierre y Larry Collins, “O llevarás luto por mí”, se le nombra varias veces, aunque se le llama “Pedro Charneca”, cambiándole el nombre de pila y haciendo de su apodo el apellido.

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El bar estaba situado en la Avenida de Pio XII y cerró hace bastantes años. Era el primer edificio de esta calle, entrando por la calle Portada, hacia la izquierda, en dirección a San Francisco, después de la casa de Huéspedes Castillo. Un local no muy grande que lucía una marquesina, que perduró tiempo después de cerrar, además del toldo que lucía el nombre comercial del establecimiento.

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La entrada, con la marquesina, la vemos en la foto, aproximadamente de 1956, con Mari Díaz Ruiz, sobrina de Charneca, la tía Conchita (hermana menor de mi suegra) y Mari Pepa, sobrina de ésta. Detrás, a la izquierda, se ve el puesto de turrón de la tía Amelia, casada con un hermano de mi suegra, feriante ecijana que solía instalar otro puesto de juguetes delante del Bar Guerra, antes de las obras de remodelación del Paseo y el nuevo Recinto Ferial de 1991. La imagen, muestra esos momentos de gran afluencia de clientes en las ferias, debido a su excelente ubicación cercana al Paseo.

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Charneca montó el bar con el dinero que le quedó de cuando le tocó la lotería en 1940 y se gastó la mayoría de las 90.000 pesetas (un capital entonces) en fiestas, cuando se trasladó a Sevilla. Lo cuentan Lapierre y Collins en su libro, y me lo han confirmado en la familia. Manuel había sido camarero y conocía bien el negocio. Su establecimiento se distinguió por el ambiente taurino, ya que era gran aficionado a los toros, habiendo sido incluso becerrista en su juventud. Nos dicen que se gastaba grandes cantidades en teléfono para conocer el resultado de las principales corridas de toda España, y luego lo anunciaba en una pizarra colgada en la puerta del bar.

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El bar estaba adornado con numerosos carteles taurinos y fotografías de toreros, divisas de las ganaderías y alguna cabeza disecada de un astado. Parece que Manuel Benítez, “El cordobés”, encontró su vocación observando semejante decorado, como otros chavales palmeños. De hecho, Charneca fue uno de los más firmes defensores del torero, colocando diferentes fotografías del diestro en su local y convirtiéndolo en “Peña El Cordobés”, como vemos en la imagen. En su establecimiento se daban cita, además de muchos humildes trabajadores del barrio, bastantes personajes del mundo del torero, tan de moda en los años 60 y 70 del siglo pasado. El bar llegó a convertirse en un santuario del mundo taurino local, con trascendencia nacional en los tiempos en que “El Cordobés” fue un personaje popular y mediático, incluso a nivel internacional, siendo usado por el Régimen de Franco como un “embajador” de la España que quería abrirse al mundo, tras la posguerra.

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Mi familia no era asidua del local, solo lo recuerdo al verlo cuando pasábamos por allí, sobre todo en las ferias. Sí fui más de una vez a la otra peña taurina que había en los años 60 en Palma, la Peña “El Palmeño”, dedicada a Manuel Fuillerat Nieto, “Palmeño”, hijo de Julio Fuillerat García, la otra figura taurina local de los primeros años 60. Estaba entre la actual Plaza de España y la Travesía Alamillos, y creo que mi padre era socio. Y eso, tal vez, más por la cercanía a la Farmacia de Chacón, donde prestaba sus servicios, que el que un primo mío se hubiese casado con una hermana de este torero.

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Volviendo a Charneca, hemos de recordar que siguió a Manuel Benítez en muchos de los lugares en los que toreó, organizando excursiones para ver sus corridas y gozó de su amistad hasta su muerte. En algunas fotografías le vemos en compañía del torero, junto a otros palmeños. Mi tío Emilio, el carnicero, junto a sus hijos, también tuvieron lógicas relaciones de negocio tanto con el torero como nuestro barman.

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Junto al bar, Paco Castillo levantó un local de bodas (donde antes tuvo la primera piscina de Palma, que se ve en la tercera fotografía) que ha visto pasar muchas celebraciones de todo tipo, incluso actos políticos durante la Transición. Yo mismo participé allí en el primer mitin en el que hablé, en la campaña de las elecciones municipales de 1983. La foto de una celebración que supervisa Manuel “Charneca”, está situada en ese salón. Muchas veces el local se complementaba con la nave de aparcamientos que tenía contigua el mismo empresario. Como hizo mi hermano Roberto cuando su boda. Manolo servía bodas y otros ágapes, además de atender su bar. Allí empezó su sobrino Manuel Díaz Ruiz, que luego montó con su esposa Victoria Sánchez el Catering Virgen de Belén, negocio que mantienen sus hijas en estos tiempos.

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Manuel “Charneca” enviudó, sin tener hijos, y durante mucho tiempo convivió con su cuñada, a la que tenía empleada en el bar. Cuando cerró el bar, un pedacito de la historia popular de nuestra ciudad cerró sus puertas, coincidiendo con el declive de lo taurino. Elemento que se quiso utilizar para reclamo o seña de identidad local, debido al gran número de aficionados y a algunos profesionales del toreo que dio nuestro pueblo. El cartel en forma de burladero que había en la antigua carretera, tanto por la entrada desde Peñaflor como por la de Córdoba, con la inscripción “Palma del Río, cuna de grandes toreros”, era una señal clara de ese intento de “vender” Palma en su vertiente taurina. El cierre de las Peñas, tanto la del Palmeño, como la de El Cordobés, cuando se cerró el Bar Charneca, sin duda, simbolizó la decadencia de este arte en nuestro pueblo, y su casi desaparición hasta fechas recientes en que parece que hay quien intenta darle nuevos bríos. Queden estas imágenes y estas palabras como recuerdo de aquellas viejas glorias.

Surtidores de combustible de otros tiempos, en Palma del Río

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Continuo rescatando entradas del viejo blog Celtibético. Hoy una de las antiguas gasolineras palmeñas.

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En nuestra antigua casa había una estufa de petróleo. Eso, al menos, creía yo, pues así la llamaban, aunque nunca la vi funcionando. Era como uno de esos quinqués que encontrábamos en las películas del oeste, aunque más grande, con otra forma. Como las lámparas de queroseno, aunque se apoyaba en el suelo, pues su función no era iluminar, sino calentar. Algo parecido a la de la imagen.

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Foto de los dos surtidores del Arco de la calle Ancha

Siempre me pregunté de donde sacaban el petróleo con que alimentar la estufa en otros tiempos, pues yo lo que ya conocí entonces era las gasolineras, los establecimientos donde se vendía gasolina (la normal y la super) y el gas-oil, para coches o vehículos y maquinaria agrícola, o el combustible para las motos. Pero allí no se veía comprar petróleo para estufas o quinqués (ya se usarían poco). Aunque no solo surtían directamente al depósito de los vehículos, sino que podías llenar aquellas latas que muchos llevaban en los maleteros de los coches, por si se quedaba vacío el depósito en un largo viaje, cuando las carreteras eran otra cosa y no viajábamos por autopistas, ni autovías, y encontrar una gasolinera en kilómetros de marcha era casi una suerte.

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Unos de los antiguos carteles de las entradas de Palma, con Pepe Godoy del grupo «Los jóvenes lobos«

De niño conocía pocas gasolineras, pues en mi casa no había coche ni moto. Mi padre tuvo un coche, un «medio huevo», pero yo no llegué a disfrutarlo. Estaban la gasolinera de la Avenida de la Diputación (ahora María Auxiliadora), de Pepe Morales, y más tarde la de Los Toreros, en el Cerro de Belén, en el cruce de la carretera Córdoba-Carmona, cuyo nombre vendría por los carteles que había en las entradas del pueblo en forma de burladero de plaza de toros, con la leyenda «Palma del Río, cuna de grandes toreros», y que desapareció con el nuevo puente sobre el Gualdalquivir, y alguna más, como la de la Avenida de Santa Ana, cerca de la antigua y desaparecida ermita, donde trabajó mi amigo y medio pariente Rubén Cárdenas tras dejar el colegio San Sebastián. La más conocida por mí la que había en el arco de la Calle Ancha, concretamente en la entrada de la Avenida de La Paz, entre la casa de Raso y los talleres de Carmona, la gasolinera de Callejón.

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La ermita de Belén, con la gasolinera Los toreros al fondo

De esa gasolinera es la foto de inicio de la entrada, imagen que me proporcionó Pepe Martín, donde se ve a su padre, Rafael Martín Callejón, en la que le vemos con unos 18 años o menos, trabajando en el primer surtidor, un solo poste, con las compuertas abiertas, para sacar la manguera, con la que están llenando un barril metálico. Luego luego hubo dos postes de suministro, cubiertos con unas pequeñas marquesinas, como sombrillas, que era el que heredaría Teresita Callejón y años más tarde se trasladaría a la misma Avenida de la Paz, pero cerca del Instituto de Bachillerato, su ubicación actual. Rafael aparece con un compañero, Almenara, ya fallecido. Rafael, conocido como “Rafalito Callejón”, fue chófer del camión de bomberos que tenía Callejón, el concesionario de la basura, un camión de depósito largo y de color rojo, que se usaba preferentemente para el riego de los jardines y las calles. La famosa “Pipa del agua”. Fue así porque era de los pocos que tenían carnet de conducir para ellos en aquellos tiempos. Él se los sacó de joven y vinieron de Córdoba a examinarle. También fue conductor de Alonso Moreno de la Cova, de uniforme y gorra de plato. Todo un profesional del automovilismo, y una persona educada, y de personalidad amable entrañable, a la que agradezco (a él y a su hijo) el haberme facilitado la foto y datos sobre los surtidores. Pues hablando de ello surgió la duda sobre otro del que publico una fotografía de Miguel Santos Enriquez, mi suegro.

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En la imagen, datada el 10 de diciembre de 1941, aparece mi suegro, que es el que sostiene la boina (el del centro). Los otros dos acompañantes no sé quienes son, aunque aparecen en otras fotografías de la misma colección, alguna ya publicadas por mí en otras entradas, como, por ejemplo, la de El Paseo. Es una foto humorística, donde están de broma los amigos, y simulan llenar la boina con el combustible suministrado con la manguera del surtidor. No conocíamos dónde estaba ese surtidor de combustible, pues la imagen es pequeña, hasta que Rafalito Callejón nos lo aclaró. Resulta ser un poste de petróleo que había a la entrada del pueblo, en el paraje conocido por Vistalegre, en la curva que hace la carretera al dejar el Cerro de Belén, para entrar ya en el puente antiguo sobre el Guadalquivir. Lo que se ve detrás es el río, junto a una casilla.

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En esta otra foto, de Manolo Godoy, el del «Bar El Latero», se puede apreciar en su contexto. Corresponde a un reportaje fotográfico que hicieron Manolo y mi suegro (eran grandes amigos), durante la riada de 1963. Miguel Santos también hizo una foto similar, pero es en ésta donde se aprecia mejor el surtidor, que, por cierto, aparece con las compuertas cerradas. Es el señalado con una circunferencia roja.

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Y Rafalito nos aclaró que ese era el surtidor de Flores (padre de José Flores Medina, y abuelo de mi amigo Antonio Flores Tirado, profesor de los Salesianos), que instalaron en 1928 y solo servía petróleo. Con lo que volvemos al inicio de nuestra exposición. Ya sabemos dónde vendían petróleo también, en el surtidor de Flores. Claro que éste tampoco lo conocí, pero con esta broma de mi suegro queda para guardar en la memoria algunas de esas instalaciones «de servicios industriales» y domésticos de Palma del Río.

La calle Ancha de otros tiempos

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Volvemos a recuperar los paseos por la geografía de nuestra Palma del Río, recalando en una de las calles importantes de su entramado urbano: la Calle Ancha. Su nombre vino porque en el momento de entrar en uso (siglo XVI) era una de las de mayor anchura del trazado, motivado por ser entrada al pueblo y salida hacia Écija, conectando con el llamado Arco de la calle Ancha, puerta que estuvo en el lugar por todos conocido, que desapareció en 1870. Durante siglos ha cambiado de nombre, siendo calle Mártires el que tenía durante la etapa que he ido rememorando de recuerdos de la niñez y la juventud, y volviendo a recuperar el apelativo Ancha tras las primeras elecciones democráticas municipales tras la muerte de Franco.

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La plaza del guardia (Archivo municipal)

Entrando por la Plaza del Guardia, dejando atrás el Casino (Círculo de Recreo), que estuvo funcionando en la Casa-palacio del Marqués de Monte Sión, en la otra esquina de la calle Cigüela, estaba la Casa de Julio Muñoz Morales, cuyo último propietario fue Pepe Martínez, una casa de estilo modernista de la que he hablado ya varias veces, ya derribada por desgracia y sustituida por el demasiado repetido edificio de pisos. Enfrente, el edificio del Banco Hispano Americano, de bella factura, y, contiguo a él, la oficina de Banesto, ambos también desaparecidos en la actualidad.

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Foto de Miguel Santos

Volviendo a la acera de la izquierda, mientras subimos, encontramos la Casa de Santiago Carmona y Belén Díaz, del que hablé con motivo de una fotografía de mi suegro, Miguel Santos, con una procesión del Cristo de la Expiración en los años sesenta. Justo en frente, la droguería de Rafael González, y una casa que fue derribada para instalar el Casino, tras la demolición del de la plaza del guardia, para hacer los correspondientes pisos que conocemos hoy.

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Fotografía del derribo para el nuevo Círculo de Recreo (Foto Juan Muñoz)

Unas casa de en frente fue adquirida por la familia Carmona-Díaz, donde hicieron pisos y en el bajo hubo un antecedente de lo que son los pubs de hoy día, un bar de lujo y «glamour» de la época, que creo que duró poco. A su lado el local, haciendo esquina con la calle La Higuera, donde se ubicó la oficina de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, hasta que ocupara el antiguo espacio de la calle Castelar donde estuvo la cafetería Gademar, en cuyas plantas superiores funcionó un hostal o pensión del padre de Antonio Navarro, “Eliot”, actual concejal de Servicios sociales del ayuntamiento palmeño. En la oficina de la Caja provincial estuvo de limpiadora una tía de Anamari, mi mujer, con la que tuvo mucha relación de niña.

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La casa de campo de Juana Gamero-Cívico (Foto Archivo Diputación)

Aparece otro edificio de importancia, la Casa de campo de Juana Gamero-Cívico, en la esquina de la calle La Higuera, un edificio donde vivió un amigo nuestro, Juan González, al que llamábamos “Juanito el del huerto”, pues su familia se encargaba del que había en el caserón. Esta edificación fue demolida, para hacer varias viviendas y cocheras en sótano, conservando la fisonomía exterior del conjunto original. En la acera de enfrente estaba Foto Córdoba, cuyo propietario, Manolín, era amigo de mi suegro Miguel Santos. De niños hicimos un experimento con él: con dos lámparas de focos unidas por la parte ancha, encendidas, simuló algo parecido a un OVNI. Fuimos a hacer de noche una foto en la explanada de la ermita de Belén, y con la otra imagen hizo un montaje que simulaba la captura del aparato volador. Luego la tuvo de exhibición en el escaparate. Una broma fotográfica, en tiempos que no había Photoshop, que sirvió para echarnos unas buenas risas con todos los que “picaron en nuestra red”. Arriba del estudio, en uno de los pisos, se instaló mucho más tarde la emisora de Radio Palma. A su lado está la casa de José Rodríguez Durán (Pepe Colino, concejal en tiempos de franco), gran amante de las antigüedades y longevo político local.

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Escudo en la casa de la familia Monsalves y Ruiz de Almodóvar (Foto Archivo Diputación)

Más viviendas reseñables, por ejemplo: la de Eugenio Fernández Rossi, donde tenía su consulta médica privada (junto a la casa de campo Gamero-Cívico), la casa Angel Ruiz “follique”, que trabajó en el taller familiar y luego en la escuela-taller del ayuntamiento. Por aquí había una relojería en una casa sustituida ya por pisos, en cuya planta baja hubo un pub (Gules) y luego otros negocios. En la otra acera, la “casa colorá”, donde viven mis amigos Pepe Lora y Esperanza Caro de la Barrera, en la planta alta. Abajo moran unos tíos de ésta, que antes vivían en las huertas. Una casa que he frecuentado mucho de más mayor.

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Fiesta de San José en mi antigua casa. Pepito Monsalves, junto a mi padre

Destaca la gran fachada de la casa, con pocos vanos y un escudo encima de la puerta y bajo el único balcón, de la familia Monsalves y Ruiz de Almodóvar, uno de cuyos miembros, José María, al que llamábamos “Pepito Monsalves”, era amigo de la familia, cariñoso y amable. Tristemente falleció joven en un accidente de tráfico, creo recordar. A su lado la casa del dentista Ramón Ros, donde actualmente tiene su consulta su hijo, y unos pisos cuya fecha de construcción desconozco, pero que en 1960, como vemos en la foto de José de las Heras, todavía no habían sido levantados. En la planta baja Marcelino Canovaca instaló su auto-escuela y la gestoría.

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Procesión en la calle Ancha

Otro edificio sobresaliente era la Casa de los Gamero-Cívico, en el número 23, una casa construida por el mismo arquitecto francés que diseño la casa-palacio del Marqués de Monte-Sión, la casa de la calle Nueva (hoy Edificio Roma), que tenía grandes jardines con numerosas palmeras (hoy desaparecidas por el maldito escarabajo picudo), donde se edificó el conocido “Barrio de las Palmeras” y ésta, con numerosas ventanas y balcones, ya sustituida por otra edificación moderna, con pisos interiores y una fachada que intenta imitar la original. A su lado una casa donde había una habitación con una Virgen Inmaculada, que se podía ver desde la calle, donde la gente rezaba y echaba unas monedas como ofrenda, casa que fue demolida y levantada de nuevo con tres plantas, reproduciendo el espacio dedicado a la figura de la Virgen. Otras edificaciones adyacentes eran la casa de González (“Parrito”), la de Nati con la panadería y en frente la de la familia Tejada o una con una tienda haciendo esquina con la calle Ana de Santiago.

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Bodega donde trabajó Antonio Elías (Foto Juan Muñoz)

Pasando esta calle y la calle Nueva (entonces calle Écija, tras la Guerra Civil) vemos varias casas modestas y la destacable fachada de la casa de Eleuterio Reyes, hoy casa-museo El cordobés, pues la adquirió el ayuntamiento palmeño, con este fin, ya que el conocido torero vivió en esta calle en la niñez. En la acera contraria damos con la casa de “Miguel de la notaría” y otras viviendas modestas, hasta la casa que edificó Luis Jiménez (“Luisito el del lino”), una zona de fuerte transformación durante años, pasando de casas a pisos en muchos casos. También ahí, a la izquierda de la calle, tiene la casa Rufina, la suegra de mi hermano Roberto, viuda de Antonio Torres, al que vemos (con brazalete negro) junto a su padre en la foto que publiqué sobre la bodega que tuvo en esta calle Antonio Elías Cid. Cerca, hace años se abrió un pasaje que comunica la calle Ancha con la nueva urbanización de “Las Palmeras”. Una amiga de Ana y mía de la juventud, Belén Mari Pazo, vivió allí, donde ahora reside Antonio Cumplido, un profesor del Colegio Salesianos con su familia. Tanto su hermana Rosa como ella trabajaron en el estanco de Chaparro, que antes estaba en la acera izquierda (si subimos desde la plaza del guardia) y luego pasó a uno de los bloques de pisos de la otra, cerca de su antigua vivienda. También, unos metros más arriba encontramos la carpintería de Lorente. Toda esta zona ha ido cambiando mucho con los años, como ya he comentado, mudando de casas a pisos muchos edificios, además de locales comerciales, que dan identidad a la zona.

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Jesús Morales a la puerta del pub Lord Byron (Foto de la familia Morales)

En esta parte de la calle recuerdo la peluquería del suegro de Rafalín Campanario. Y especialmente Auto-recambios Durán (antes de trasladarse al Polígono industrial), y en la misma línea de fachada el “Repuesto” de Manolín, Manuel Pérez Rodríguez, el padre de mi amigo Manolo Pérez. Ya siendo yo joven, en la acera contraria se abriría el primer pub de Palma, el Pub Lord Byron, del que pronto hablaremos en otra entrada. Completaban la calle el bar Rosa, lugar especialmente frecuentado, haciendo esquina con el conocido Arco de la calle Ancha, lugar del que hablé al principio, elemento ya inexistente, pero que todo el mundo sabe de su denominación en la zona donde, entre otras cosas, estuvo el surtidor de Callejón, al que me referí en otra entrada y donde se instalaron los primeros semáforos.

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Arco de la calle Ancha en los años 80

La calle Ancha era y es una vía importante del pueblo, como ya he dicho, por eso siempre ha estado llena de vida y actividad, lo que le ha supuesto grandes y numerosos cambios desde que se abriese al tránsito. Seguro que se me han quedado en el tintero numerosos ejemplos de esa variada vida desarrollada allí. Lógico, pues no puede uno recordarlo todo. Seguro que quienes lean esta apresurada y parcial ojeada de este lugar ahora estarán rememorando más cosas con las que llenar las lagunas, que hoy modestamente he dejado, con mi evocación.