Doña Teresa, Doña Pilar y las maestras del Colegio Primo de Rivera en 1947

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Doña Pilar Vergé y Doña Teresa Sánchez (al fondo, M. Lourdes)

Tras la publicación de la entrada sobre la tortería de Esteve me llamó Mari Lourdes Vergé, la viuda del que fue mi maestro durante varios años, Antonio García Chaves, para comentarme algunas cosas. Una charla simpática y entrañable, como es Mari Lourdes, donde me apuntó algunas cuestiones, que nos sirven hoy para ampliar la información que dimos aquel día.

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Antigua casa de calle Castelar 6, con el escudo y las pinturas sobre el balcón (Foto Francisco Godoy)

En esta charla telefónica me aclaró que la casa donde vivió Doña Lola, la maestra, y también estuvieron alojados los miembros de la familia de José de las Heras (el autor de varias fotografías publicadas en este blog), no eran en realidad de su propiedad, sino de otra maestra, que prestó sus servicios en el Colegio Primo de Rivera (hoy Colegio El Parque), Doña Teresa Sánchez, y de su marido, Miguel Caro, también propietarios de un molino y una finca en El Garrotal. Doña Lola fue acogida en esta vivienda de la Travesía de la Calle Almillos, entrando por la Plaza del General Sanjurjo (entonces, ahora Plaza de España), al dejar su morada en la calle Castelar, número 6, una vivienda con un bonito patio empedrado y con arboleda, y que mostraba en su fachada un escudo de armas, y unas pinturas murales que fueron desveladas hace años, y que hoy día ya no existe.

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Patio de la casa del Bar Los novios, con arcos y columnas que se comunicaban con mi casa y otras del conjunto

Doña Lola, cuando se trasladó de vivienda, instaló su escuela en la parte trasera, que daba a la calle Alamillos. Doña Lola era la viuda del famoso maestro Melchor Continente, cuyo nombre ostenta una plaza, situada en los antiguos terrenos del Huerto de Tabardillo. Tuvieron una hija, Lolita, también maestra, que se casó con otro docente, Alfonso Calañas (natural de Huelva, y no, como se publicó en la entrada anterior, de Priego de Córdoba), con el que se trasladó a Priego. Un hija suya, Inmaculada, es amiga de mi mujer, por lo que he podido contrastar esta información.

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Dª Araceli y Dª Carmen

Doña Teresa, siendo maestra del Colegio Primo de Rivera, coincidió con Doña Pilar Vergé Alcántara, la madre de Mari Lourdes. Doña Pilar era natural de Málaga, y se vino con su hija, nacida en Cádiz, cuando ésta tenía pocos años. Vivieron en la casa donde se instaló el Bar de los Novios, de Manuel Lopera, en la planta alta. La casa estaba comunicada entonces con la del sastre Manuel Godoy Ardanuy (pariente de mi padre), y cuando él la adquirió cortaron ambas viviendas, tapiando unas puertas. Allí vivió un familiar del maestro Eloy Viro, que, tras esa compra, se fue con él y su familia a la calle Ancha.

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Dª Pilar, Dª Carmen, Dª Araceli y Dª Teresa

Mari Lourdes me contó que se acordaba de nosotros, cuando vivíamos en la calle José de Mora, en un inmueble que formó parte de un conjunto mayor que conectaba nuestra casa, la casa de Luis Rosa y Lola Jerez (antigua vivienda del cura Don Carlos Sánchez) y el edificio del bar Los Novios y la casa del sastre, conocido como «la casa del inquisidor».

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Abajo, Dª Pilar Vergé y Dª Carmen Mejías. Arriba, Enriqueta Aguilar y Carmiña Salgado (hija de Dª Carmen) en la fuente y junto a la palmera que había en el colegio

Doña Pilar compartió colegio, además de con Doña Teresa, con otras maestras. Estas fotografías, de 1947 aproximadamente, que me facilitó Mari Lourdes, dan prueba de la buena relación entre las diferentes maestras que educaron a muchos de nuestros paisanos en aquellos duros años de la postguerra.

El Cordobés, en Palma del Río, torea por primera vez

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Manuel Benítez «El Cordobés», toreó en Palma en 1960, cuando todavía no había tomado la alternativa, en una plaza portátil. Una novillada con picadores (la primera) con reses de Juan Pedro Domecq. Cortó cuatro orejas y un rabo. Triunfo total en su tierra. Esta fotografía, del archivo de José de las Heras, da fe de que ya se estaba convirtiendo en ídolo de masas. Nos lo muestra rodeado de admiradores de todas las edades, ufanos, ratratándose con el joven aspirante a torero, ya famoso.

De nuevo echo mano de una de las fotos de este no muy numeroso, pero sí interesante archivo gráfico, pues en ella, delante de «El Cordobés» aparece la hija pequeña del técnico que vino a las obras de ampliación del Canal del Bajo Guadalquivir, Begoña. También, al otro costado del torero, encontramos a Brígida Trujillo, hija del médico Juan Trujillo del Río (nombre que ostenta el Centro de Salud), cuyos familiares fueron amigos de esta familia que recaló algunos años en nuestra ciudad, conocida como «los bilbaínos».

En la imagen aparecen otros personajes conocidos, que no dudaron en fotografiarse junto al diestro triunfador. De izquierda a derecha: Atanasio Caro Nieto, pariente de la familia Caro Dugo de la calle Feria (residente en Madrid), Alvaro Martínez Conradi, propietario de la ganadería de toros bravos «La Quinta», sita en la Finca «Fuen La Higuera», Miguel Delgado Reina, hijo (ya fallecido) del alcalde de entonces, Miguel Delgado Ruiz (también fallecido), que aparece a continuación (con bigote), junto a «El Cordobés». Le siguen Antonio Raso Tirado, que vivía en la casa del Arco de la Calle Ancha (junto al surtidor), que, junto con otras edificaciones, posteriormente fueron demolidas para hacer una gran promoción de viviendas. Y Manuel Jiménez, veterinario ya fallecido. Les acompañan otros paisanos, entre adultos y niños, cuya identidad desconozco. Y dejan constancia de la alegría, por el resultado del festejo, celebrándolo en un bar de la localidad palmeña. Otro documento histórico e interesante de nuestro pasado reciente.

La tortería de Esteve y su entorno, un lugar con historia y con historias

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Hace unos días, en un conversación sobre «antigüedades», Juan Delgado («Iríbar», conocido con este apodo por sus tiempos de profesional de portero de fútbol en su juventud) mencionó un edificio y un entorno que ya conocemos por diversas entradas de nuestro blog Celtibético. Por su mujer, Mª del Rosario («Sario») Esteve, recordó la tortería Esteve que había en la hoy llamada Plaza de España, entonces Plaza del General Sanjurjo y que conoció gracias a ser familiares de la esposa. La tortería estaba situada junto a la casa de una maestra, conocida como Doña Lola, en la entrada de la travesía de la calle Alamillos.

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Casino y Acción Popular en febrero de 1936, tras el asalto

Eso me hizo recordar unas palabras (y una fotografía, la del inicio de la entrada) que me envió José Luis de las Heras, el hijo del ingeniero José de las Heras Hernández del que publiqué hace unos meses algunas de las fotos que me facilitó. Este hombre se trasladó a finales de 1959 con su familia a Palma del Río, para la ampliación del canal del Bajo Guadalquivir, y residió en una vivienda de alquiler en esta zona. Estas son sus palabras:

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Antigua Fuente en la actual Plaza de España

«Doña Lola, propietaria de la casa, era una viuda, creo que maestra, ya retirada, muy conocida y apreciada en Palma. Tenía una hija, Lolita, que unos años más tarde casó con Alfonso Calañas, original de Priego de Córdoba.

La casa, situada en un rincón de la Plaza de España, al lado de la farmacia Chacón, era típica, con patio central con su pozo y una parte trasera con cuadras, cochera y graneros, con salida a la calle Alamillos. Ocupaban una de las dos partes en que habían dividido la casa, reservándose la planta alta y una sala en la planta baja con acceso directo desde el zaguán y una ventana que daba a la Plaza de España, ante la cual pasaba, sentada, la mayor parte del tiempo, con la mesa camilla por delante. Por esa ventana entraban los efluvios de la tortería que quedaba a la derecha del portal, al salir.»

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Casino y sede de Acción Popular en febrero de 1936

El edificio donde estaba la tortería formaba parte de otro mayor. Donde tenían el horno era una dependencia con nichos u hornacinas y pinturas que recordaban por su forma a una capilla, posiblemente de una casa de alguien acaudalado, cuyo nombre no recordaba Juan. También recordaba que daba a la calle Alamillos, a unas cocheras y corralones que lindaban con la casa de la familia Expóstio, que hace años tuvo un quiosco de prensa, donde más de una vez compré el periódico de joven. Esa otra edificación (la de los corralones) fue demolida hace tiempo y sustituida por un edificio de dos plantas, con una amplia cochera en la planta baja. Algo que coincide con la descripción que nos da José Luis de las Heras.

Calle Rafael Calvo de Leon

Por la comparación de la fotografía que menciono, con otras anteriores del lugar, la ubicación de la tortería (que años más tarde sería sede de la Peña El Palmeño) estaría en las dependencias donde estuvo el antiguo Casino, sede de Acción Popular en la Segunda República, local que fue asaltado, tras el enfrentamiento entre jóvenes de izquierdas y derechas en febrero de 1936. Seguramente este edificio formó parte de las propiedades de la familia de Juan Calvo de León, que daban a la calle Alamillos. Los Calvo de León fueron una familia con numerosas propiedades e influyente, contando con alcaldes en Palma del Río y otros cargos importantes en las Cortes españolas. Varias calles ostentaron históricamente los apellidos Calvo de León, como la calle Feria (Rafael Calvo de León, a principios del siglo XX) o la calle Portada (calle Calvo de León hasta la Segunda República). Juan Calvo de León y Benjumea, diputado a Cortes, consiguió que en 1888 la Regente Maria Cristina otorgase el título de ciudad a Palma del Río. ¿Fueron las propiedades de Doña Lola y la tortería de Esteve parte de una misma finca de los Calvo de León? No lo sabemos, pero pudo ser, en base a estas descripciones.

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La plaza de abastos en 1943

La casa de Doña Lola (que era donde vivía, pues  los reales propietarios eran Miguel Caro y su esposa la maestra Teresa Sánchez, que tenían también la finca El Garrotal y un molino, y que habían acogida a Doña Lola y su familia, tras dejar su vivienda en la calle Castelar 6, la que tenía un escudo en su fachada, junto al antiguo comercio de Delgado) fue comprada por Paco Castillo, donde situó los billares, el salón recreativo que ha tenido durante años. La casa contigua la adquirió el cosario Gamero y la siguiente Paco Castillo, para su vivienda. La casa y mercería de las hermanas Ruiz Valle (en la esquina con calle Escamillas) también fue sustituida hace no muchos años por otra edificación de nueva planta. De esa acera ya no queda nada de los edificios antiguos. Y en la plaza permanecen la casa donde estuvo la tienda de Juanito Rodríguez, la Plaza de Abastos y el antiguo bar Rafael, un inmueble que antes albergó una sombrerería de un tal Delgado. Un entorno cargado de historia e «historias».

Vindicación de mi padre

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Recupero una entrada que publiqué hace años, gracias a la mención que ha hecho de mi padre,  Manuel Muñoz Rojo, en la revista Kerigma (cosa que agradezco públicamente), como profesional de la Sanidad palmeña en nuestra historia reciente, completándola con menciones a otra publicación posterior, relacionada con una petición ciudadana, al cumplirse 25 años de su fallecimiento.

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En este mes de febrero que ahora terminamos (se trataba de febrero de 2009) se cumple el vigésimo aniversario del fallecimiento de mi padre. José Domínguez Godoy nació en Palma del Río el 11 de diciembre de 1908 y falleció en Córdoba el día 8 de febrero de 1989. Estuvo casado en segundas nupcias con Carmen Peso Nieto, mi madre, que falleció el 12 de octubre de 2000. Anteriormente estuvo casado con Soledad López Cabrera, con la que tuvo 3 hijos, Soledad, José y María del Carmen, la primera muerta en Argentina en octubre de 1992, y la última hija también fallecida en enero de 2013.

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Siendo joven marchó a Sevilla, con un tío suyo que tenía una barbería en Triana,  donde desempeñó diversas labores con las que ganarse la vida y pagar sus estudios. Obtuvo el Título de Practicante, otorgado por el Rey Alfonso XIII, y autorizado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, por sus estudios en la Universidad de Sevilla, a los 21 años, con fecha de 8 de octubre de 1930.

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Realizó el servicio militar en el reemplazo de 1929, de la caja de recluta de Sevilla (concentración en abril de 1930), y con destino en Granada, donde se licencia en abril de 1931.

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Sintió verdadera alergia a la política desde que, asistiendo a un mitin durante la República, un ladrillo voló sobre su cabeza, lanzado por un asistente contrario al orador, probablemente conservador o falangista, ideologías con las que se identificaba la clase media, a la que pertenecía en la sociedad palmeña. Prestó sus servicios en el Cuerpo de Sanidad Militar, durante la guerra civil, en el bando nacional, volviendo a Palma el 13 de mayo de 1939, desde Sevilla.

En el Pleno del ayuntamiento de Palma del Río de 12 de mayo de 1931 se acordó concederle el puesto de practicante interino, de acuerdo con su solicitud, “toda vez que el solicitante tiene título de aptitud para practicar dicha profesión y que se forme el correspondiente expediente para proveer dicho cargo en propiedad”, cosa que ocurre en 1932.

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El 24 de noviembre de 1948 le fue concedida la situación de excedencia voluntaria en su plaza de Practicante de Asistencia Pública Domiciliaria y le admiten su reincorporación al servicio activo, con nombramiento en propiedad de la plaza del distrito 1 de Palma del Río, el 29 de marzo de 1950. En este puesto ejerció las labores de practicante titular del ayuntamiento, siendo la beneficencia municipal (servicio que hacía las veces de la asistencia social o los servicios sociales actuales, en atención a la salud, antes de su integración en el Servicio Nacional de Salud, ya en tiempos de Felipe González) uno de sus principales centros de trabajo, estando por tanto al servicio de la asistencia gratuita de las personas que formaban parte del padrón benéfico municipal (clases menesterosas y familias consideradas pobres de solemnidad, en aquellos tiempos, muy numerosas). El hospital de San Sebastián fue lugar habitual de trabajo.

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También realizó labores (poner inyecciones, extracciones de sangre para análisis clínicos, curas…) en la Farmacia de Chacón, de Sebastián Chacón Díaz (farmacéutico también de la asistencia pública municipal), que pasó a su hija Leocadia Chacón Chacón. La rebotica de este establecimiento, por su situación privilegiada, permitía observar con detenimiento el bullir de la vida en la actual Plaza de España y el Mercado (plaza) de abastos municipal, y era punto de encuentro y tertulia de personalidades locales.

Familia y Pepe con bata

Recuerdo como muchos “clientes” se acercaban a casa, la de la calle José de Mora, número tres, en busca de sus servicios, pues en ella tuvo también consulta o dispensario, no solo para las tareas normales de un diplomado en enfermería actual, sino para otras reservadas hoy a otras profesiones de la salud, pero que en aquellos tiempos (sobre todo los de posguerra) de penuria debía (y podía) realizar un practicante: hizo labores de dentista, traumatólogo …Cada dos por tres, fuera mañana, tarde (en esas siestas que religiosamente practicaba) o noche tenía que salir en su vieja, pero bien cuidada bicicleta, a hacer algún aviso que no podía esperar en casa de un enfermo o accidentado. Y, como me contó mi hermano el médico, “muchos médicos vinieron a casa a pedir auxilio ante un accidentado, un quemado, una mastitis o unos golondrinos, que ninguno era capaz de hacer y mucho menos con los conocimientos, la destreza y los buenos resultados. En Palma no ha habido ningún responsable en la salud del pueblo, que tanto ayudó, orientó o resolvió con tanta sabiduría y criterio clínico como él.”

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Una vez tuvo que coserle a un hombre el tendón de Aquiles porque se lo había seccionado. Ahora eso se hace en un quirófano con todo el equipamiento y la asepsia del mundo, anestesistas, enfermeras, cirujanos etc. Entonces lo tuvo que hacer él solo con los medios que pudo, y por supuesto el hombre quedó perfectamente, gracias a su habilidad.

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En otra ocasión lo llamaron urgentemente para que fuese a la farmacia donde se encontró con el juez, el médico del pueblo, el farmacéutico y un señor con una oreja que le pendía de un hilo de piel, pues se la habían cortado en una reyerta. Por aquella época tenía veintipocos años. Entre el médico y el juez dictaminaron que había que coserle la oreja y que lo iba a hacer «el niño» como le llamaban.

El submarino en ducha

Doy fe de su eficiente trabajo, pues muchas veces también tuvo que curar a mi hermano Roberto y a mí, tras los percances lógicos por la edad, que tuvimos en nuestros juegos. El más llamativo, cuando me partí los dos huesos del brazo izquierdo al tropezar con el “tacataca” de mi sobrino Pepe, y él lo recompuso y vendó con tal rapidez y presteza que los médicos del hospital, al día siguiente, cuando me escayolaron se quedaron admirados, no quedándome defectos por ello.

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Obtuvo la Jubilación por imposibilidad física, con cese “en su cargo de Practicante titular de Palma al finalizar el día 30 del corriente mes de Junio”, de 1968. La pensión de invalidez (2500 pesetas) era tan baja que continuó ejerciendo por libre para poder mantener a la familia. No obstante, a todos nos dio estudios, ahorrando, trabajando como un negro, administrando. Los sueldos municipales que ingresó también eran una miseria (la corrupción institucionalizada les permitía enriquecerse a los funcionarios y mandamases que la practicaban) y por tanto tampoco se hizo rico, con algún desahogo sí, pero no para derrochar. De hecho, la virtud del ahorro y el negarse al endeudamiento eran señas de identidad. Por ello había medios, pero no ostentación. Esta situación era otro de los motivos por los que detestaba la política. No se llevó bien con los prebostes del régimen, con lo que se ganó enemistades y posibilidades de «progresar», pero es que no le interesó la política y veía en ella algo sucio, muy propio del pensamiento conservador que tenía (aunque los ejemplos que conoció en su relación con el régimen, le reafirmó en su idea). Se mantuvo dentro de la ley y las mas estrictas normas, no aguantando a los pelotas ni a los cuentistas. Llegando a discutir con cierto alcalde, que ante sus amenazas pretendiendo que participara de una arbitrariedad, llegó a decirle (en aquellos tiempos franquistas) ”YO SERÉ PRACTICANTE DE LA BENEFICENCIA MUNICIPAL MIENTRAS CUMPLA CON LA LEY Y USTED SERÁ ALCALDE HASTA QUE LE PEGUEN UNA PATÁ EN EL CULO”. Una frese que decía mucho, reafirmando su carácter era “ ladran, luego cabalgamos”.

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Fue una persona de su tiempo, conservador en lo moral, autoritario y severo (y, al mismo tiempo, divertido y cariñoso con sus seres queridos y amistades), valiente y estudioso al mismo tiempo. Un enamorado de la sanidad, dispuesto a aprender siempre. Católico, aunque heterodoxo en lo religioso. Recuerdo como siendo mi hermano Roberto y yo muy pequeños nos acompañaba a mi madre y a nosotros a misa los domingos, pero poco tiempo después se quedaba en casa, viendo el fútbol. Un día le pregunté por qué no iba a misa y me respondió que a su edad Dios lo tenía ya perdonado y que rezaba a su manera. Lo entendí años después, pues esa era otra característica suya, su aversión al clero, creo como consecuencia de que su hija mayor, Soledad, fuese captada siendo muy joven por la Institución Teresiana. Y se tenía por merecedor del perdón divino tras una vida dedicada a los demás, a la salud de sus vecinos.

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Tuvo capacidad de hacerse a sí mismo, de ser respetado y querido por el pueblo en tiempos difíciles, por los de dinero y los necesitados, que practicó la caridad con justeza y valoró la dignidad de su trabajo.

También discrepamos (menudo disgusto cuando se enteró, en tiempos todavía de clandestinidad, que yo era un «niñato rojo»), pero me (nos) respetó y me (nos) educó bien, siendo su integridad personal y su independencia, virtudes dignas de admiración. Creo que reunió los méritos, más que suficientes, para que muchas de esas personas a las que atendió le hicieran el homenaje que se ganó en vida.

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En julio de 2010 tuve conocimiento que unos ciudadanos (Francisco Castellano y Rafaela Durán) presentaron escrito en el ayuntamiento palmeño solicitando que se le diese el nombre de José Domínguez Godoy a una calle o plaza de Palma del Río. En esta petición se argumentaba que «es fundamental» que se «recuerde a las personas que ayudaron a suplir las innumerables carencias y necesidades que, durante tiempos tan duros como los que hemos vivido en nuestra historia reciente, se sufrieron en nuestra localidad, como en el resto de España». Varios de sus compañeros de aquellos tiempos difíciles, en los que dieron lo mejor de sí mismos, para procurar la salud de los palmeños y las palmeñas, como Rafael Carrasco, Juan Trujillo, José Jiménez Molina o María Luisa de la Cruz, ya tuvieron su reconocimiento oficial, en diversas modalidades y momentos.  Hasta la fecha no hemos sabido nada en mi familia sobre el estado de esta solicitud de denominación de calle o plaza para nuestro padre.

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Al menos, la mención en la revista nombrada al principio, y esta nueva publicación de lo que escribí hace ocho y nueve años, sirva de reconocimiento y recuerdo de un gran palmeño. Los ochenta años de su vida son parte de la historia imprescindible de nuestro pueblo.