
Esta semana próxima tendrá lugar la 34 edición de la Feria del Teatro en el Sur, una muestra del teatro que se hace por estas tierras (y por otras, que también vemos) que goza de una envidiable «mala salud», porque, a pesar de los múltiples problemas que viene padeciendo cada año, aquí sigue «vivita y coleando» desde que empezó en aquella carpa de la Diputación (la «jaima») allá por los primeros años ochenta del siglo pasado. Buen momento para recordar una entrada de 2013 en la que contaba mis experiencias en el mundillo teatral, al que tanta pasión le he dedicado siempre desde niño (incluidas representaciones en el colegio). Ya contaré, como hago siempre, mis impresiones sobre las obras que haya visto en esta ocasión.

Las primeras representaciones de Vientos del Pueblo (Foto Miguel Sáenz)
«Cuando menos te lo esperas salta la liebre. Eso pude pensar hace unos días, charlando por el chat de Facebook con May Lora. Me preguntó por Paco Vizcaíno, el monitor del taller de teatro en el que participamos hace unos años y me envió una fotografía de aquel taller. Increíble. Tantos años y todavía quedan recuerdos de aquella experiencia teatral. Yo no conservo ninguna fotografía de ningún espectáculo o actividad teatral en la que he participado y me pasan una de 1987, en la que no estoy, pero que es un acicate para dedicar un post a esas experiencias en el mundo de la escena, tras tantos años.
Cuando a fines de los setenta se funda la Asociación Cultural Vientos del Pueblo, ya en la primera de las reuniones a las que asistí se habló de crear un grupo teatral. Más de un intento vivimos entonces, aunque en las primeras escaramuzas nos limitásemos a ensayar, y más ensayar, a hacer expresión corporal, leer textos, y poco representar. Llegaron los de la comisión de teatro a poner en escena alguna versión de algunos textos de moda entre el mundillo del teatro aficionado o juvenil, o del ambiente “cristiano”, del que provenían muchos de ellos, como la conocida “Parábola del hombre de las manos atadas”. Hubo una de estas versiones, creo que síntesis de varios textos menores, que se representó con el nombre de “Con su dinero, con sumidero”. Yo no estaba en el reparto, pero fui como “tramoya” (utillero) a Belalcázar una vez. Y como nos quedamos esperando a uno de los protagonistas (Paco Molina, que estaba con gripe), antes de que saliese el autobús, alguien (seguramente Ramón López) me pidió que le sustituyese, así que tuve que prepararme el texto (afortunadamente escueto) en el viaje. Por suerte, minutos después de llegar a la iglesia donde íbamos a representar, se presentó Paco, aunque con fiebre, y fue él el que salió a escena.
Sí tuve un papel en otra obra, “La Jácara del avaro” de Max Aub, también como suplente, pues uno de los actores se tuvo que retirar una semana antes del estreno. Representamos en el Colegio Salesianos, en el marco de unas jornadas organizadas por la Peña Bética local. En el reparto estaban, entre otros, Pepe Lora (el avaro), Manolo Pérez (el criado Mil), Ramón López, Conchi Palma, Lola Guerra… Creo que dirigió Isabel Gómez (entonces profesora en el instituto de bachillerato), y yo interpreté a uno de los sobrinos que quiere quedarse con las riquezas del viejo. Como esto ocurrió cuando varios de los componentes éramos concejales en el ayuntamiento palmeño (Isabel fue candidata a la alcaldía por el PCA en 1983, y Ramón y yo éramos concejales del PSOE), al grupo lo llamábamos con humor “la corporación”. A pesar del poco tiempo para mi incorporación el resultado fue bueno y nos divertimos bastante.

Momento de la representación de La descomposición de Blankópolis (Foto del libro editado por los 25 años de la Feria en 2008)
En 1991 participé en otra experiencia “teatrera”, esta vez en el seno de la Feria de Teatro en el Sur. La organización del evento pensó en preparar un montaje para el día de inauguración de la Feria. Se creó ex profeso la “compañía” Mácula-Teatro, con componentes de otros grupos y el apoyo fundamental de la compañía La Pupa. En este espectáculo participamos algunos palmeños entre el elenco: Pepe Lora, el “Piti” (marido de Rosario Lora), Fernando Sánchez Alcaraz… La obra, de calle, representada exclusivamente en esta muestra, se llamó “La descomposición de Blankópolis”: “En el esplendor de la antigüedad sus profanaciones pictóricas fueron admiradas dese oriente a occidente, con la tiranía de BLANKENATON fueron confiados a vivir dentro de la gran pirámide, ahora, misteriosamente, renacen en Palma del Río para volver a darle color a la vida”. Yo también me enfundé un mono blanco y un gorro de natación y participé en el montaje, “danzando” con los “rebeldes”, arrojando serrín coloreado, entre las máquinas de obra, y hasta corriendo escaleras arriba hacia la cumbre del entonces en obras Hotel Castillo, para destronar al tirano del color blanco.
Posteriormente, Ramón nos llamó a algunos de los mencionados para participar en otra experiencia. Le habían encargado el Taller de Teatro del Centro de Educación de Adultos Al-Sadif. Mari Carmen Cabrera y Pepa Martínez eran las responsables del Centro que impulsaron el proyecto, como recordó Ramón este año, cuando fueron homenajeadas en el seno de la Feria del Libro.
Cuando tocó montar una representación con los alumnos del centro, Ramón tiró una vez más de Pepe Lora, ya bien fajado en lides teatrales, y de mí, para echar una mano, además de algunos otros colaboradores ajenos. Se preparó el “Farsón de la Niña Araña”, una de las “Farsas Maravillosas” de Alfonso Zurro, de la compañía La Jácara de Sevilla. La obra se escenificó en el seno de las Jornadas de Teatro en la Escuela, en el patio de la Casa de la Cultura, siendo un rotundo éxito, y luego en un Teatro Coliseo, aún por terminar, tras la Feria de Teatro en el Sur, creo que del año 1997, en un epílogo fuera de programa, junto al grupo de teatro Pigmalión, del Colegio Salesianos, que dirige Mari Carmen Navarro, que representó su obra “Jaque al caballo”. Mari Carmen estuvo con nosotros en Vientos del Pueblo, también, y dedica su vida a la docencia, al mismo tiempo que escribe, fundamentalmente poesía, aunque tiene esta obra teatral y otra más todavía representándose, y hace poco anunció otro proyecto junto a sus alumnos. Al año siguiente me propusieron hacerme cargo del Taller del Centro de Adultos, pero debido a mi falta de tiempo, decliné la oferta, que, seguro, me hubiera entusiasmado.
Durante el periodo de actividad de Vientos del Pueblo, Ramón intentó poner en escena varias obras en las que participé: “La Farsa del Hombre que voló”, o “Arlequín, mancebo de botica”, por ejemplo. Muchas reuniones, lecturas de textos, ensayos en el salón de plenos del ayuntamiento, sin resultado en las tablas. Desde la Delegación municipal de Cultura también se intentó crear escuela, ya que el éxito de, primero, la Muestra de Teatro Andaluz, y la Feria de Teatro en el Sur, después, invitaba a que surgiese alguna compañía palmeña que llevase el arte de Talía y Melpómene por otras tierras. De ahí surgió el Taller de Teatro del que hablaba al principio, el que dirigió Paco Vizcaíno. Francisco Vizcaíno era un componente del Teatro Universitario de Córdoba. Era natural de Almansa (Albacete) y estudiaba en Córdoba. Lo vimos alguna vez en Palma, junto con el grupo teatral. Y se implicó encantado en el Taller. Con él aprendimos técnicas de expresión corporal, técnicas interpretativas, de dirección, de composición de escena, maquillaje, vestuario… todo lo relacionado con este arte. Guardo todavía los textos que nos facilitó para nuestra formación y los guiones de los ejercicios prácticos, basándose en buena parte en el llamado “Método” de Constantin Stanislavski, que se difundió a través del Actors Studio de Nueva York y que hiciese famoso Lee Strasberg. Yo estudiaba en Córdoba y dos veces en semana me venía con él en el tren a Palma para el taller y nos volvíamos juntos, entablando amistad. En el taller nos inscribimos numerosos participantes, tanto de Palma como algún foráneo.
Como final del taller estaba prevista la representación de una obra. Escogimos entre dos, “Cásina” de Plauto, en versión de Andrés Pociña y Aurora López, y “El reclinatorio”, de Miguel Murillo. Nos inclinamos por la segunda, una farsa con influencias de Valle Inclán sobre las revueltas contra el absolutismo en el siglo XIX, algo muy de actualidad en las postrimerías de la Transición. Hicimos su estudio histórico (el del argumento) y su análisis dramático (personajes, escena, vestuario….). Todavía guardo mis copias. Nos repartieron personajes (a mí me tocó el de Cardenal-Arzobispo) y nos lanzamos a ensayar, día tras días, escena tras escena. Pero llegó mayo y los exámenes finales, que nos afectaban a muchos, por ser estudiantes. Y además ese año, 1987, era año electoral, así que otros también tuvimos que dedicarnos a más menesteres, que fueron retrasando el esperado estreno, que nunca llegó, al concluir el Taller. Se pensó en retomar el curso, pero no ocurrió y le perdí la pista a Paco un tiempo después.

Inauguración Feria del Teatro de 1992. Ramón López y Roberto Quintana. Un servidor a la izquierda (Foto del libro editado por los 25 años de la Feria en 2008)
En la fotografía del principio, que me pasó May (que con su hermana Rosario se iniciaron en este mundo, llegando a licenciarse en arte dramático), vemos a Pepe Lora, sentado de espaldas, dos miembros del taller cuya identidad no recuerdo, y, agachado, a Paco, el director. Están en el ayuntamiento, pues no había entonces instalaciones adecuadas donde impartir el curso ni ensayar. Se ven los antiguos aseos al fondo. Aunque la foto no es de calidad es muy emotiva, pues, como dije al principio, no guardo imágenes de aquellas experiencias. Y ésta es un recuerdo de unas vivencias imborrables, en las que varios jóvenes vivimos el teatro como aficionados, con ilusión, esfuerzo y muchas ganas. Aunque no sean reconocibles oficialmente, forman parte, junto a otras, de los treinta últimos años de la historia del teatro en Palma del Río.»





















Como estoy viendo que en el Facebook se está repitiendo el enlace de este antiguo post del viejo blog Celtibético, muy apropiado para las fechas en que estamos, y que recibió gran número de visitas y comentarios en su día (junio de 2014), y lógicamente, no se puede ver en ese blog (todavía bloqueado por Blogger), os vuelvo a publicar la entrada de entonces, incluyendo alguna foto nueva, facilitada por José Luis de las Heras. Disfrutad.


Otro de los cines, que duró más tiempo en funcionamiento, fue el Cine Coliseo España. En 1932 el ayuntamiento autorizó a Miguel Jerez y Jerez (médico titular y funcionario municipal) a la construcción de un “teatro de mampostería para espectáculos de verano”, cediéndole el terreno para ello en el Llano de San Francisco (La Segunda República en Palma del Río, 1931-1936, Juan Antonio Zamora Caro y Joaquín de Alba Carmona. Editorial Coleopar Ceparia). En su terraza se llevaron a cabo todo tipo de espectáculos: teatrales, musicales (del gusto de la época, como la copla) y, por supuesto, proyecciones de películas. También recuerdo alguna “Naranjá flamenca” (festival de los que se pusieron de moda en los ochenta) organizado por la Peña Flamenca La Soleá.





El cine de verano se limita en la actualidad a las proyecciones que realiza el ayuntamiento en la temporada estival tanto en el Jardín Reina Victoria, como por diferentes barrios, donde hay plaza para las proyecciones. En ellas los vecinos se llevan su propia silla, sillón o tumbona para ver la proyección al aire libre. Y algunos hasta mesas de camping para degustar la cena o un tentempié, durante la película. Algo que nos recuerda aquellos gloriosos días en que disfrutábamos del séptimo arte en aquellas salas al aire libre, durante las cálidas noches del verano palmeño.
Continuando con la tarea de recuperación de entradas, hoy vuelvo a publicar (con alguna novedad, por cierto) una que fue muy celebrada cuando se publicó en noviembre de 2010, la del Bar El Latero:
El bar El latero era un lugar con encanto. No tenía dimensiones para acoger a una gran afluencia de clientes. Era pequeño y estrecho, al hilo de la fachada, con una barra para servir a lo largo del local, que dejaba una pequeña zona donde acomodarse (es un decir) la clientela. Tenía una puerta de acceso que daba al reciento, con un escalón para sortear un nivel más rebajado respecto a la calle. Y lo ventilaba una sola ventana, más alta que ancha, que servía de desahogo cuando hacía buen tiempo, pues era común ver al personal consumir su fino y su tapa, desde la calle, apoyados en los barrotes a media altura de la ventana, mientras disfrutaban de la tertulia con los demás clientes y el dueño del bar.
Por mi edad disfruté pocas veces de su servicio, ya que hace muchos años que cerraron, y en su lugar hay ahora un comercio del ramo del textil, pero para mí era un punto de referencia frecuente. De niño era el lugar ideal para conocer las vicisitudes de liga de fútbol, ya que en una repisa que tenía por encima del frigorífico, y a lo largo de la barra, se mostraban banderines de los equipos de fútbol, ordenados según la clasificación de cada jornada. Así, cada domingo, cuando mi madre nos llevaba de paseo, después de ir a misa, pasábamos por allí y yo miraba impaciente por la ventana para saber cómo iba la liga y si mi equipo favorito de entonces iba bien clasificado, pues el Latero, diligentemente, cambiaba la posición de los banderines, una vez terminados los partidos. Fue uno de los primeros bares que cerraba un día a la semana y en navidades, además de ser uno de los primeros locales en disponer de televisión en color en Palma.
En las fotografías que expongo aparecen Miguel Santos (a la izquierda), el padre de Anamari, que pudo ser mi suegro de no haber fallecido antes de la boda, junto a Manuel Godoy, el «Latero» (el del bigote) y otros clientes. Mucho tiempo después siguieron compartiendo amistad y paseos por el pueblo, como en aquellos tiempos. En las imágenes vemos detalles del bar, como las fotos de toreros (hay una de El cordobés, cuando fue recibido por Franco), de alguna «famosa» de la época (una incluso en bikini), algunos calendarios (uno típico de los setenta, con el incipiente «destape», donde se aprecia que pudo ser hecha la instantánea en 1970), una botella de vino con la imagen del cantaor Fosforito, un quinqué y un candil, recuerdos del anterior negocio familiar, una radio de válvulas, objetos publicitarios, como el del vino de Montilla que anuncia el resultado de los «ciegos» (el sorteo de la ONCE), carteles del fútbol local, botellas, platos de tapas, barriles y los famosos banderines que tanto interés despertaban en mi antigua pasión por el fútbol, compartida con los compañeros de la niñez.
En la
José de las Heras Hernández era un ingeniero zamorano, que se trasladó a Palma del Río, a finales de los años cincuenta, y pasó varios años aquí con su familia (procedente de Las Arenas de Guecho entonces, aunque con origen en varias poblaciones), pues le encargaron el proyecto de ampliación del Canal del Bajo Guadalquivir, para hacerlo navegable.
Se integraron bien en Palma durante su estancia aquí. Les llamaban «los bilbaínos», pues la empresa donde trabajaba como ingeniero era de Bilbao y su hija menor nació en el País Vasco. José, aficionado a la fotografía, dejó constancia de su paso, retratando a personas y lugares bien conocidos de nuestra ciudad. Eso sí, con la apariencia que entonces tenían. Os dejo con un «aperitivo» de las fotos que hizo, para que las disfrutéis. Ya iré usando otras en otros momentos. Y de nuevo agradezco a José Luis, su hijo, el haberme proporcionado este valioso material gráfico, que, seguro, hará las delicias de muchos palmeños y palmeñas interesados por nuestra historia reciente.
Como anunciaba ayer, con motivo de la publicación de mi artículo en la revista de feria, hoy se inicia la Feria de Mayo de Palma del Río. Una feria que podremos disfrutar gracias al buen tiempo, que las previsiones meteorológicas nos auguran. Aunque no tengamos ya las fuerzas que de jóvenes nos impulsaban a gozar el máximo de tiempo posible de estos eventos festivos, seguro que no faltaremos a la cita diaria en el Paseo. Y, una vez más, eso me impulsa a hablar de recuerdos. Primero por la fotografía que me facilitó un primo, que vive lejos de nuestro solar de nacimiento, donde aparece mi madre, de joven, vestida con el popular traje de gitana, el de la época, cuando todavía estaba soltera. Se le ve contenta, luciendo su vestido de lunares, y posando antes de salir al recinto ferial, con el mantón y las flores en el pelo. Desconozco la fecha, pero intuyo que fue antes de 1960, año en que contrajo matrimonio con mi padre, tras su vuelta de Horcajo y de Madrid.
